Mañana es sábado. Estoy nerviosa, emocionada, contenta.

Hay muchas personas apuntadas al Taller de Relaciones Familiares: personas que no conozco, personas recomendadas por la “mejor amiga”, personas que quieren seguir viniendo desde la última, personas que conozco desde hace mucho tiempo…

Y empieza el taller: me siento muy segura de que irá bien, es decir, que cada uno encontrará aquello que necesita; que pondrá más luz, amor y aceptación en su vida; o se le abrirán nuevas preguntas y dudas. Se respira mucha fluidez, mucha ternura, mucha comprensión y escucha y vamos presenciando cómo los corazones se abren, sobre todo hacia dentro, es decir, hacia quererse y aceptarse a uno mismo.

Por la mañana se dan constelaciones de expansión, de auto-validación, de encontrar el camino y el sentido a la vida. La comida es un “pic-nic” en otra sala, donde todos compartimos lo que hemos elaborado con cuidado y amor, una comida familiar entre iguales.

Por la tarde llegan las constelaciones íntimas de perdón y compasión; de comprensión del sufrimiento de los padres, abuelos y de toda la genealogía. Las músicas cierran y abre las constelaciones familiares fijando las vivencias, colaborando en la modificación celular y profunda de todo lo vivido.

Y llega la despedida, el punto final, y aquí es donde mi maravilla llega al zenit, cuando cada uno comparte aquello que se lleva. Desde “la responsabilidad de uno mismo es la base de cualquier cambio” a “he visto que el amor existe, me he sentido amada y acunada como hacía años y años que no me sentía o que quizás no había sentido nunca” y “me llevo conciencia de mi queja, si soy consciente, algo podré hacer a partir de aquí”; y “siento mucho más mi cuerpo desde el amor y me voy con ganas de cuidarlo”;y “me siento borracha de amor“; y “el agradecimiento me invade, os estoy muy agradecida y también al mundo y a mi familia. Gracias.”.

Una vez más estoy impresionada, sorprendida de la gran maravilla del ser humano, de su capacidad de apertura de corazón y de cómo desde el agradecimiento, la compasión, entendida como amor sin juicio, podemos caminar mucho más ligeros y podemos llegar donde el corazón, la mente y el cuerpo nos lleven, en pura armonía, fluidez, autenticidad y sinceridad.